jueves, 23 de julio de 2009

Vida familiar...


En aquellos años, los cincuenta y los sesenta, se hacía vida en la cocina. Esta fotografía debí tomarla el verano en el que mi madre se cambió a un piso moderno. Puede apreciarse la puerta de doble batiente, y las contraventanas, que protegían del frío, aunque no eran muy efectivas.
Más allá se ve una persiana de las de siempre, que, en verano, atenuaba la luz del sol y el calor.
La verdad es que por aquella cocina pasaron muchas personas. Incluso el famoso Padre Juan Otal, que dicho sea de paso era muy aficionado al visiteo, y lo digo por si no lo había comentado.
Aparecía a eso de las tres de la tarde y no se movía hasta la hora del coro, pasadas las ocho y media. Y ya no había nada que hacer. Centro de atención, eje de las conversaciones, de todo sabía y opinaba de todo. Lo peor era cuando rememoraba sus años de América, o su estancia en París.
En fin, que descanse en paz..., que nosotros ya lo hacemos de él...
Una estufa de serrín caldeaba el ambiente. Era un sistema barato que proporcionaba calor en los inviernos. En el horno de la estufa se asaban castañas, e incluso pordían freírse unos huevos con chorizo.
Luego, la cocina quedó relegada a un segundo plano, y sólo servía para su función primordial.
Pero recuerdo los años en los que, sentado en una silla, leía incansablemente, mientras la radio
emitía hora tras hora, hasta que nos íbamos a dormir...
¡Benditas cocinas de antaño! Sin pretensiones, humildes, cálidas, acogedoras...

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