martes, 11 de agosto de 2009

La primavera de mis dieciséis años...

Tras un otoño borrascoso y un invierno tenso, y cuando mi familia ya estaba más que harta de mí, optaron, a instancias de mi abuela, a que asistiera a la famosa academia del Sr. Terrén. En realidad, quien llevaba allí la voz cantante, era su bella esposa, María Pilar, conocida como Maripí.
Morena, de voz un tanto grave y de tono muy agradable, la buena Maripí, a quien Dios tenga en su gloria, ya que hace unos pocos años supe de su fallecimiento, fue la encargada de hacerme entrar en razón y conseguir que estudiara.
Y lo consiguió, dicho sea de paso.
La academia, aunque en realidad era una especie de centro de repasos, ocupaba la planta baja de una casa en la calle Cervantes. Recuerdo que tenía un olor un tanto especial, no desagradable, pero sí extraño. A las cinco de la tarde, entraba allí, y no salía hasta las nueve.
Creo que comencé las clases una lluviosa tarde de principios febrero.
Cada vez que evoco aquel lugar, se me antoja sombrío, gris..., sin embargo, me gustaba.
Llegó la Semana Santa, y no hubo clase.
Fui a pasarla en un albergue del Frente de Juventudes y O.J.E., en el cercano Canfranc, pero ya hablaré de eso más adelante.
A la vuelta, me encontré con que tenía una compañera, María, hija de militar.
Hicimos buenas migas inmediatamente.
Una tarde de sábado compartimos un castigo de los que Maripí solía proporcionar.
Era ya oscuro cuando salimos.
Sin saber por qué, nos encontramos paseando en silencio por el paseo de la Cantera. El "árbol de la salud" todavía estaba intacto...
No sé cómo ocurrió, pero aquel atardecer nos besamos.
Luego, uniendo nuestras manos, seguimos paseando hasta casi las diez.
Eso se convirtió en algo habitual.
¡Dulce María, chica de mis sueños!
Así pasó aquella primavera...
En la vida, habré besado más labios, y me habrán besado a mí, pero todavía conservo el recuerdo fresco y eternamente joven de nuestra inocencia...
María se fue de Jaca con su familia a finales de junio. Su padre, un oficial de infantería, fue destinado a otro lugar que ya no recuerdo.
Hubo algunas cartas, que se fueron distanciando hasta desaparecer...
Por algún sitio debe de haber una fotografía suya, en la que no se la distingue bien...
Prefiero el recuerdo de aquella primavera a cualquier imagen...
¡Ojalá María haya sido feliz...!

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